Monday, June 6, 2016

Extraño la sencillez de un abrazo que se da con tranquilidad, porque se desea más que nada estar en los brazos del otro, tocarse, no soltarse hasta que sea absolutamente necesario. Extraño la dulzura de los besos que se dan sin pedirlos, el calor entro dos que se buscan porque el aliento salvador se esconde en la boca del otro. Extraño que me desees, que tengas ansias por recórreme, por estar en mi. Mi cuerpo comienza a creerte un extraño.
De verdad ¿no te hago falta? 

Friday, April 22, 2016

De la gente que amo espero palabras dulces y poesía, ideas que se deslicen cuidadosamente por mi cuello, que arrebaten mi aliento, que inviten a las tormentas y al mismo tiempo construyan un puerto. Busco en ellos el látigo que active mis adentros, la llama que me haga venirme en mi asiento, que provoquen las cosquillas en la cara, la adrenalina en las venas, deseos que no se apaguen con el aguacero sino que despierten con la humedad y los relámpagos. Es la locura de ponerse una navaja contra la piel y deslizarla.
Quiero sentirme en casa de nuevo, tomarles de la mano y saber que se puede vivir en el sueño de la ilusión: quiero vivir en la ilusión. 

Friday, April 15, 2016

Irse

De repente quisiera irme por el mundo con una caja de agujas e hilos, unas cuerdas de guitarra y una cámara liviana. Y que no falte el cuaderno y la pluma, la bolsita de materiales básicos para hacerlo y arreglarlo todo.Todo cabe en una mochila y una maleta con llantitas. 

No sé qué pasa. Paso demasiado tiempo ocupando un asiento que no se mueve más allá de un azulejo. Que explora interminablemente un cuadro de 20 cm por lado. 

No estaría mal dejar atrás las cajas de cartas, los libreros llenos de historias que hasta ahora sólo han hecho que sueñe más y viva menos. No estaría mal probar las bolitas de arroz en Tokio, fotografiarlo todo, subir montañas, caminar sin detenerse, sin rumbo, sin estar perdido –no volver a perderse. Y trabajar cuando se pueda en lugar de vivir cuando se pueda, trabajar viviendo, lo suficiente, lo necesario. Escribir, dibujar, ver y preservar. No estaría mal coleccionar cafeterías, pegar sus tarjetas en una hoja y cuando las hojas pesen, enviarlas a casa, al lugar a donde siempre se puede volver, siempre y cuando no lo dejes.

No sé qué pasa. Tal vez es la primavera. Ver las Jacarandas caer sobre el cristal del auto. Todo es culpa de las abejas, de los felinos ligeros que se van al primer destello de oropel.

Monday, October 12, 2015

Al final, resultó que comenzabas tu vida igual de tarde que yo.

Saturday, September 26, 2015

Y entonces: marchar.

Hace unos años pregunté a los adultos de mi vida qué habían hecho en el 68. Quería saber cómo un movimiento que afectó a tantos mundialmente y que causó tanto dolor en nuestro país, influyó en ellos. Mi propio entendimiento de la vida, del país, de la política, la sociedad y mi papel en ella cambió el día que supe que vivo en un mundo donde los que deberían preocuparse por el beneficio de todos, solo lo hacen por el suyo propio. Y entonces, llegó el miedo.
Miedo a involucrarse en las decisiones legales, de entender a los actores políticos, de hacer algo por el mundo. ¿Quién podría estar tan loco como para querer hacerlo? ¿No entendían el peligro de involucrarse? ¿De desaparecer sin dejar rastro para ser encontrados? ¿De morir en una plaza, de no ser nombrados, de nunca aparecer en un periódico? De ser olvidados.

Hace dos años decidí que era momento de involucrarme, de intentar entender el funcionamiento podrido de este lugar aunque diera asco asomar la nariz en tal hediondez. La situación local dejó de ser ideal hace tanto: no es normal faltar al trabajo por los camiones en llamas en la calle, o encontrar camionetas llenas de cuerpos torturados. Había que hacerlo, había que salir y aprender a marchar, a gritar entre extraños que "somos todos". A decidir y exigir. Y entonces, los 43.

Para ese momento ya era demasiado tarde, tenía los pies en el lodo y no había camino hacia atrás. Comenzaron las marchas, a las que siempre tuve terror de ir, a las que respetaba pero veía desde la pantalla y de las que participaba solo como escucha en la crónica del día. Es verdad que marchar no impresiona a aquellos que lejanos de la calle deciden el día a día de la población. Mil personas a grito abierto rogando, exigiendo justicia; esos cantos no ablandan el corazón de políticos ni empresarios. Marchar, en su simple ejercicio, no cambia nada y aún así, cambia todo. Reunirse con mil personas, extraños de todo tipo y repetir a pulmón lleno que necesitamos hacer una diferencia, que aclamamos respuestas, acciones, decisiones.

Los adultos en mi vida no supieron qué responder; la situación no creció por completo en sus ciudades, estaban pasando una temporada fuera del país, no eran estudiantes universitarios y el movimiento carecía de importancia para ellos. En pocas palabras, no estuvieron. Honestamente, mi espíritu joven se sintió decepcionado cuando descubrió que no habría grandes anécdotas que escuchar. Sin embargo, lo que realmente importa es el desfase que existe en la percepción de la realidad. De que las cosas le pasan a otros y no a nosotros. De no estar.

Es imposible asistir a cada marcha, gritar todos los cantos, quedarse siempre hasta el final. Lo que no debemos dejar pasar es la oportunidad de estar presentes. De involucrarnos de alguna manera en situaciones en las que de manera obvia o no, ya estamos envueltos.
Hoy hacía demasiado calor, no quería estar sola durante la marcha, podría haberme quedado en casa durmiendo y luego pensé que sería una tristeza que en unos días o años, cuando alguien me pregunte si salí a exigir, a gritar, a marchar por alguien más y por nuestro presente, dijera que no.

Hasta que sales a la calle no lo sabes: Lo que cambia en una marcha, sin duda, es uno mismo.

Friday, August 28, 2015

19 de enero de 2010


Imaginé el futuro. Por una vez, pensé en algo rentable, real, posible. No pinté castillos ni casa de campo, no inventé ciudades divididas por ríos ni rascacielos grises. No sé dónde estaba pero estaba. Y estabas tú. Y yo era feliz y tú eras feliz. Éramos mayores. Y me escuchabas y me mirabas mientras yo reía y te contaba de él. De lo maravilloso que es y de lo bien que me hace sentir. De sus manos y de cómo las usa. Y la luz del sol entraba por la ventana y se revolvía con mi cabello. Y tú te movías en tu silla frente a mi. Y yo no esperaba que las cosas cambiaran, ni que tú te levantaras de tu asiento y me besaras. Ni que de tus labios saliera una confesión ni un secreto guardado por años o encontrado minutos antes.
Todo era como debía de ser y sin saberlo, esa simple fantasía arrancó de mi pecho una telaraña. No sabía que la tenía ni cuánto tiempo había estado ahí; se había adherido a mis músculos, los hilos fusionados a la textura de mi cuerpo. Cuando cayó de mi, el movimiento quemó mi piel como una cuerda y esa sombra que había cargado sobre el rojo, desapareció. Nunca me sentí tan vulnerable.
Por un momento el aire desapareció, mis pulmones se contrajeron y yo quedé sin más remedio que aceptar que te necesito.

20 de abril de 2010


En la desesperanza que intentar crear algo maravilloso, encontré que sólo tenía para dar lo que soy. En la búsqueda de un personaje inteligente que hiciera a los lectores cambiar de página sin notarlo, sólo pude proponer en él lo mejor de mi. Y al no poder hacer que funcionara, al desplegar mis dudas, miedos, alegrías y risas en una misma persona, por más falsa e inventada que ésta fuera, me di cuenta que ni siquiera en mi funcionaban. Que todas las razones que tenía para ser lo que soy se han ido yendo de mis dedos, que las explicaciones para mis días y los motivos para seguir se han disuelto en el aire. Admito que nunca más podré escribir sin pensar veinticinco veces en las reglas gramaticales, en lo plano de los personajes, en la simbología de su contexto. Que no puedo dejarlos vivir en ningún lugar fuera de mi mente. Me doy por vencida, tiro la toalla, aquí va el último esbozo de la tinta que no manchará más mis dedos. Me rehúso a seguir, a pelear cada día la batalla que sin armas, estoy destinada a perder.