Tuesday, November 30, 2010

Ser olvidado o convertirse en alimento para gusanos. Da igual.

Sunday, November 28, 2010

¿Qué pasó con las siete de la tarde?
¿Qué pasó con las historias sin final? se están quedando demasiadas puertas abiertas; umbrales por donde pasan  luz y fantasmas de igual manera.
¿Qué pasó con el cierre de la noche?
¿Y con los inicios y los buenos días?
Me dan miedo las capitales, con sus espacios gigantes abarcando párrafos completos.
Pobres de los puntos, siempre relegados al final del cuento.
Tengo frío; mi cuerpo grita que necesita lágrimas o un corte de cabello.

Tuesday, November 23, 2010

I wonder if the taxi driver ever thinks about the couple fighting in the backseat,
if the sidewalks remember the weight of the people on them,
if the windows keep the reflections of the everyday viewers,
if the benches mind the histories of the arrowed-hearts painted on them,
if the tress tell the stories of the names engraved on them, even a hundred years later.
I wonder if the man in the subway looks at the passengers and sees no faces,
if the woman looking at the security tapes knows our schedules and if,
when she examines them, can she notice the days when we are happy or lonely?
We walk the same streets, take the same trains, wear the same jackets.
Skip the same beats, dance at the same songs and tap our fingers in the same manner.
Does the accordion player waiting for coins knows more than one song?
Is anybody watching?

Saturday, November 20, 2010

She’d heard murderers have second thoughts at shooting when they know facts about the victim’s life; their names, amount of brothers and sisters, where they went to grade school. So she decided to give it a try; she talked about her day and the friends she’d left behind, of the colors in her dreams and the plans she had. He stared quietly and nodded when needed, listening to all she had to say. He still broke her heart.

Sunday, November 14, 2010

Si bien encontrar personas amarillas es un experiencia que no se compara con otras; por la fragilidad con la que se tejen los momentos y las palabras, la forma en que se van quedando grabadas sin tener un por qué aparente que después tendrá, sin duda, un significado mucho más profundo, su desaparición me deja exahusta. Me gusta acordarme de esas personas y, más que eso, me es casi imposible olvidarlas. Dejarlas en el aire como reflejos propios que por un momento tomaron vida para comentarme algo que tenía que saber.
 Cuando de alguna manera se ha decidido vivir de los momentos y no de la creación de líneas o hilos conductores entre ellos, se da por entendido que los momentos terminarán. Aceptamos que no nos importa, declaramos que lo entendemos. Nos lavamos las manos del mañana para vivir hoy.
Pero son noches como la de hoy, cuando la esperanza de algo—abstracto, jamás definible, llega a invadir el centro del torax sin dejar huecos, que llega también el agua. Hay un espacio en el pecho que cada vez se acostumbra más de quedarse vacío, que sabe que cada que se lllene de algo, por más esporádico o estable que parezca, tendrá que, más tarde, desocuparse. Es una marea que sube y baja como la Luna se esconde y aparece; predecible, brillante y al parecer, irrelevante. 
Es en noches como la de hoy que escuchar canciones de cuerdas metálicas y voces graves dan pie a escritos sin sentido, a lágrimas infantiles y escalofríos. Al deseo de no dormir. A perderse en pensamientos que por más que se intente, no tendrán forma ni sentido horas después. A nostalgias que se esconden en palabras extranjeras porque en ellas mismas, están gastadas y no dicen más nada. Tenho saudades.
Esta melancolía emergente es una vieja amiga con soundtrack y stills incluídos, letras que recuerdan a momentos pasados, a vidas lejanas. A estacionamientos, discos y conversaciones.
Dentro de la búsqueda, de la pregunta al cuándo regresas, tengo respuestas en textos sin sentido, en escritos de hace años que no me atrevo a leer más. Mi esperanza en las letras está terminada. He dado por vencido mi primer amor, el que más quise, el que pensé que siempre estaría conmigo. Lo he remplazado con gráficos, con estilos y formas que importan más que los fondos. Me he despegado de la ciencia que me daba permiso de hablar sin sentidos. De las teorías. Ya no hay en mi mundo cercano quién las entienda y mucho menos quién las cree. Tengo ahora, en su lugar, un eterno miedo del que no puedo despegarme ni decifrar. Un fantasma que cargo dentro, una sombra que se me ha pegado al esqueleto. Una locura que no termina porque nunca llega; se esconde en ideas sueltas, en inicios sin más, en placas, telas, colores, líneas. Todo se conecta. Es el caos de la conexión que no me deja.
Me permito ahora, sin más, escuchar esas mismas letras, darle sintaxis a palabras y párrafos que al ojo desconocido guardan la misma relación que la Luna y la miel.
Y repito, desde mi lugar en el Sol, may god's love be with you, always.

Tuesday, November 2, 2010

Chai

Los ojos burbujeantes en el metal cesaron, al apagar el fuego se cerraron para siempre. Mientras la taza se llenaba de leche, la fina capa—que es la viscosidad del agua, llevó al borde las diminutas partículas de canela y jengibre, dejando que los líquidos bailaran debajo hasta confundirse en un beige sucio. El discreto placer de esconder un cubo más de azúcar en la mezcla generó una sonrisa. La cuchara invadió el espacio y revolvió, sin pedir disculpas, descontrolando el pequeño universo de especias haciéndolas desaparecer en una composición homogénea. El mundo entero podría arreglarse con una buena taza de té.