Mensaje

La barra del cursor parpadea sin cansarse y yo, yo me quedo mirandola por minutos enteros sin saber qué escribir, cómo comenzar, cómo hacer para enviar todo lo que siento en forma de letras.
Los dedos me tiemblan y me equivocaré, daré el enter antes de lo debido, las cosas estarán incompletas y lo que pienso y siento no tendrá parecido a lo que lees.
Pero no hay más que hacer, sólo tocar las teclas y dejar la vida siga.

No es la poesía, seguro.
Es el vayven de los puntos y comas, de ríos y montañas escondidos en prosa.
La magia que revuelta en las sílabas convierte a extraños en rimas.
La luz de luna que aún cubierta arrastra mareas, que en papel brilla al decirla y encadena mentiras.
Es el caos disfrazado de sentido, el orden de delirio; un mundo cubierto bajo una tela de piel que tiritea y exclama al roce de la pijama.
Pinzas que enredan cuerdas de piano y violín y los dedos que las tocan sin tocar, que se acercan y las hacen vibrar. Los 30 minutos de inspiración robada, las narices frías, la calentura repentina, la arritmia, el bajón, el dolor de cabeza.
La electricidad en las manos, la falta de aire, los pulmones bloqueados.
La nostalgia del imposible, el drama de los excesos. 
No te engañes, no es la poesía.