Monday, September 26, 2016

Nada tendría de malo cerrar la puerta de una casa en ruinas y dormir dentro mientras llueve afuera. Poco importaría la humedad en las paredes mientras el aire corra, mientras que las cobijas sean suaves y no estén confundidas.
En diferentes temporadas he buscado ese espacio, que sea cómodo y alejado de todos, en el corazón del mundo, a donde no mira nadie. Me basta una cama en el centro de la habitación para dormir sin horarios, para llorar sin preocupación. Para estar tan sola que no pueda aguantarlo y desaparecer, por fin.

Toda la vida sabiendo que uno es igual a uno y tan difícil que se me hace afrontarlo.

Hasta es posible que eso haya estado haciendo todos estos años; mirando de vez en cuando por la ventana, moviendo la cortina muy despacio para que quien cuida la fachada no lo note. Al final, todos somos casas.

Estoy cansada de ser triste, de que las predicciones se hagan realidad, de que sus amenazas sean ciertas. De vivir en la apatía y no en la ilusión.
El problema es que tengo ese recuerdo de mi, desnuda, mirando el techo y sintiendo que soy tan feliz que podría morir y diciendo: podría morir.
Pero no me morí y aunque parece que avanzo, en realidad estoy fija en ese momento sin entender cómo después de tanto amor que recibo, de tantas palabras lindas al espejo, de tanta bendición de todos lados, sigo siendo yo; tan triste.

Thursday, September 22, 2016

Todavía se me antojan las noches infinitas, rodeada de música electrónica, bailar entre líneas verdes y moradas, brincar, hacerme lenta con flashes blancos y cerrar los ojos para sentir que...sentir.
Poco puedo creer que haya pasado todo este tiempo y que sólo ahora conozcas eso de mi, aunque puedo estar equivocada; el sabor en tus labios y los días siguientes me dicen que la mujer que te presenté esa noche quedó guardada en una espora ahogada en cerveza. Por eso es mejor un mezcal; y dos y tres. Que traigan las naranjas y el picante para que la lengua despierte.
Llevo días en ese espacio de espera, ya he estado aquí antes. Preguntarle a alguien qué quiere es enfrentarse a las mismas dudas y tener que afrontar las respuestas propias. Es posible que eso sea más pesado aún que escuchar lo que el otro dice. Tú y yo podríamos vivir en un bosque sin volver a ver a nadie más durante años. Podríamos montarnos una casa móvil y movernos cada viernes, cada mes, cada cambio de cielo.
Dice la gitana que mi intuición está apagada desde hace mucho, pero yo sé que me habla y prefiero ignorarla. Algo pasa dentro del pecho cuando entre dos, uno empieza a soltarse. Esta vez en mi tórax veo un nudo de cuerdas blancas y no una pieza de metal hirviendo.
Te estás soltando y no quiero que te vayas.
Entonces comenzaré a hacer cosas estúpidas para llamar tu atención, para recordarte que aquí se está bien. Y voy a llorar todas las lágrimas que pueda llorar, que si algo sabes, es que son muchas. Porque ya siento la nostalgia de tu vuelo y no sé qué hacer.