Todavía se me antojan las noches infinitas, rodeada de música electrónica, bailar entre líneas verdes y moradas, brincar, hacerme lenta con flashes blancos y cerrar los ojos para sentir que...sentir.
Poco puedo creer que haya pasado todo este tiempo y que sólo ahora conozcas eso de mi, aunque puedo estar equivocada; el sabor en tus labios y los días siguientes me dicen que la mujer que te presenté esa noche quedó guardada en una espora ahogada en cerveza. Por eso es mejor un mezcal; y dos y tres. Que traigan las naranjas y el picante para que la lengua despierte.
Llevo días en ese espacio de espera, ya he estado aquí antes. Preguntarle a alguien qué quiere es enfrentarse a las mismas dudas y tener que afrontar las respuestas propias. Es posible que eso sea más pesado aún que escuchar lo que el otro dice. Tú y yo podríamos vivir en un bosque sin volver a ver a nadie más durante años. Podríamos montarnos una casa móvil y movernos cada viernes, cada mes, cada cambio de cielo.
Dice la gitana que mi intuición está apagada desde hace mucho, pero yo sé que me habla y prefiero ignorarla. Algo pasa dentro del pecho cuando entre dos, uno empieza a soltarse. Esta vez en mi tórax veo un nudo de cuerdas blancas y no una pieza de metal hirviendo.
Te estás soltando y no quiero que te vayas.
Entonces comenzaré a hacer cosas estúpidas para llamar tu atención, para recordarte que aquí se está bien. Y voy a llorar todas las lágrimas que pueda llorar, que si algo sabes, es que son muchas. Porque ya siento la nostalgia de tu vuelo y no sé qué hacer.
Thursday, September 22, 2016
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