Wednesday, November 30, 2011

Voy a poner la manos sobre mis ojos; tal vez así se volverán negros. Tal vez con el frío se congele el mecanismo que tienen dentro y en lugar de agua, me den granizo. Tengo las mangas llenas de sal y las huellas cortadas. Hay dragones blancos en el cielo, se mueven con el aire, son efímeros, etéreos. No existen. Animales con tres cabezas. Igual que nosotros.

Sunday, November 27, 2011

Ha estado lloviendo todo el día, de esa forma que parece que no pero sí, que te moja sin darte cuenta. Apenas se ven los hilos de agua cayendo por ahí, pero los ríos en las calles se hacen cada vez más rápidos para aguantar a los barcos de papel. Tú y yo estamos a salvo; en un pequeño café lleno de juguetes y memorias que no son nuestras pero que contagian la nostalgia. Las sillas pequeñas a nuestro alrededor está vacías, la hora de dormir de los niños pasó ya hace rato. Quedamos nosotros y dos mesas más; la mesera quiere irse, necesita cerrar para volver a casa a estudiar; pensó que un trabajo así satisfaría su curiosidad, que al ver a todas las personas contar sus historias en esas mesas mientras sorbían el café que ella preparaba, podría escribir. Que así podría por fin tener algo que decir, aunque no fuera suyo. Claramente eso no había funcionado y ahora sólo está ahí, viéndonos desde la barra esperando que las arrugas de su entrecejo nos hagan marcharnos. Y lo logran. Y nos vamos. Dentro de un abrigo rojo para que no me pierdas en lo gris y te libres de mi. No tenemos paraguas, salpicamos a cada paso, somos los niños que no se fueron a dormir a su hora. Hay un refugio; una pared, una puerta, hay unas manos que se escapan de mis manos, una cara que se llena de huellas. Tienes un ojo. Y me río. Somos cíclopes en medio de un mundo que se cae a pedazos.

Thursday, November 24, 2011

Audífonos puestos, gabardina, Doc Martens verdes. Guantes de vagabundo. La calle está llena, los autos no se detienen cuando deben. Va a llover pero no llueve, en un rato más. Mira al suelo; la gama de grises entre el cielo y el cemento se rompe sólo por las luces en los semáforos. Es invierno, es tarde-noche, es un día cualquiera. El aire pesa y el verde no aparece. Lo que aparece de la nada es un Puede que mañana… pero me haces sonreír…

Los ojos se llenan de mar, las manos se agarran bien dentro de los bolsillos, Puede que te espante y no quieras venir… se llena de luz el verde y el mundo espera en la otra esquina. Pero espero hacerte sonreír… camina, camina, mira hacia el frente de lado hacia abajo camina. Llegaste.

Ojos secos, mejillas rojas y frías, miradas que preguntan qué pasa. Te liberas del sonido y le llenas los oídos a él, que te mira desde unos centímetros arriba.

Nunca he cambiado para mi, quiero arreglarme junto a ti.

Un beso en la frente, lágrimas borradas, brazo sobre el hombro y al frente. Sigue de frente que viene la lluvia.

Reforma, Ximena Sariñana
Lo despertó el pss-pss del aire saliendo del plástico-espuma debajo de la taza; las gotas enredadas en el hilo del sobre de té bajaban hasta el vidrio del escritorio, una pequeña fosa se había formado alrededor de la base. De principio no supo qué hacía el ruido y se sorprendió un poco de que el silencio en el que se encontraba fuera tan sonoro que podía ser interrumpido por algo tan diminuto.

Miró la fuente, se acercó como a un bicho que apenas se movía con el miedo de no saber si al verle daría un brinco para morderle la nariz; el ruido seguía y ahora su causa, unas burbujitas, explotaban antes de llegar a formarse. Levantó la taza, observó al líquido reacomodarse y luego, sin pensarlo, la apoyó con fuerza sobre la superficie haciendo una explosión de sonidos extraños.

giiissuushhjjjiii i i i…

Contento de haber apagado el sonido que le molestaba, dejó la taza en su lugar y volvió a cruzarse de brazos, a reacomodarse en la silla y por unos segundos retomó la labor de mirar al horizonte que se abría sobre la pantalla frente a él. No se dio cuenta que la taza daba un estirón, que el té se rehusaba a secarse y

pss-pss….

Saturday, November 12, 2011

Muérdete el labio, tira del lóbulo, piérdete en el camino.

Ya no escuches esa canción, dale vuelta a la llave, ábrele a las mariposas.

Cierra los ojos, déjate llevar.

Muérdete la lengua, aprende a decir que sí. Vuelve a la poesía. Vuelve a las hormigas en los brazos. Cambia el aceite por sangre, los ojos rojos por lágrimas. Tiembla.

Déjate caer. Ya estás ahí, frente al hoyo que el conejo cavó; anda un paso más.

Las paredes están desmoronándose a un lado tuyo y tú, debajo de las cobijas agarrada a una almohada, con los párpados apretados esperando a la mañana, a que el Sol vuelva a ser tuyo en ese rectángulo móvil. Tienes cinco años y hay monstruos debajo de la cama; en lugar de comerte te miran a los ojos y te enseñan lo que no quieres ver. Te toman de la mano y te susurran al oído lo que no quieres oír y tú, los sientas en tus sábanas y te apoyas en sus brazos peludos, en sus pechos que no respiran aire. Les traes galletas y leche caliente y cuando se van te despides sabiendo que volverán a la noche siguiente. Y siempre vuelven.

Antes tenías el cielo dentro; aún de noche y en la tormenta, cuando no había estrellas, la infinidad giraba dentro de tus huesos. Ahora nada te conecta. La médula se quedó fría, tiesa. Antes volabas por el universo y así existías; ahora estás quieta. No dejas que nada te mueva. Que nadie te toque. Mejor así, dicen los abuelos, mejor sin sentir. Vive pero no mueras, aprende pero no intentes, corre pero no caigas, haz pero no fracases. Vive pero no llores. Vive pero no rías.

Anda, ve; vive.