Friday, August 28, 2015

19 de febrero 2012


Debo decirte que algo murió en mi el día que nos separamos. Sí, es verdad, lo nuestro no tenía futuro, algunos días ni siquiera tenía presente; nos reímos tanto que acabamos odiando el sonido de nuestra risa. Deshebramos cada retazo de esperanza que teníamos para nosotros, pero nosotros era en lo único que yo creía. Ese día suspiré y no dejé de hacerlo durante días. Cada vez que pienso en ti vuelve a caer el aire, pesado, repentino, lento. El mundo se acabó en un suspiro.
Después, el mundo se acabó de verdad; tuvimos que apagarla. La tierra se movía por máquinas y sin recursos naturales no había cómo resucitarla más. Quemamos árboles para producir electricidad pero el humo marchitó todas las plantas. Trasladamos agua del mar a contenedores gigantes con aspas, pero el calor era tanto que el vapor nunca se convirtió en nubes.

¿Te acuerdas de ese día? Caminamos de vuelta a tu casa, después de tomarnos una infusión de fresa helada. Hacía calor. La banqueta era demasiado pequeña para los dos; yo iba arriba y tú me tomabas de la mano unos centímetros abajo desde la calle. No sé bien cómo llegamos al tema, tal vez por esa película que se estrenaba, la de los suicidas. No sé. Hablamos del fin del mundo. De cómo pensábamos que sería; tú decías que el cielo se pondría rojo, yo decía que el oxígeno se acabaría y que de seguro no me daría cuenta hasta que todos estuvieran tirados a mi alrededor. Prometimos guardar un radio de emergencia, en tu casa y en la mía, así me avisarías en cuanto todo dejara de funcionar y yo podría sentarme a esperar que la muerte llegara.
Han pasado algunos meses.
No sé en dónde estás.
Hace unos días, sacando unas cajas, encontré el radio y recargué la batería. Lo puse a un lado de mi cama, por si acaso. Pero no es que me preocupe mucho, todo se acaba. Lo sé. Este planeta se acaba. Está quedándose dormido justo ahora.

Se decidió ayer por la mañana. En uno que otro canal se programó un reloj que va hacia atrás y un loop de videos con toque TVReligión: las cascadas, las montañas, lo verde del pasto y rojos cayendo de los árboles en otoño. El mar. Para que lo recordemos como era y no como es hoy. Hoy no me atrevo a sacar la cabeza por la ventana y mirar. Pagué esta ventana con papeleos, archivos, horas extra y ahora el agua se ha secado, sólo hay sal. Era inevitable.

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