Friday, August 28, 2015

19 de enero de 2010


Imaginé el futuro. Por una vez, pensé en algo rentable, real, posible. No pinté castillos ni casa de campo, no inventé ciudades divididas por ríos ni rascacielos grises. No sé dónde estaba pero estaba. Y estabas tú. Y yo era feliz y tú eras feliz. Éramos mayores. Y me escuchabas y me mirabas mientras yo reía y te contaba de él. De lo maravilloso que es y de lo bien que me hace sentir. De sus manos y de cómo las usa. Y la luz del sol entraba por la ventana y se revolvía con mi cabello. Y tú te movías en tu silla frente a mi. Y yo no esperaba que las cosas cambiaran, ni que tú te levantaras de tu asiento y me besaras. Ni que de tus labios saliera una confesión ni un secreto guardado por años o encontrado minutos antes.
Todo era como debía de ser y sin saberlo, esa simple fantasía arrancó de mi pecho una telaraña. No sabía que la tenía ni cuánto tiempo había estado ahí; se había adherido a mis músculos, los hilos fusionados a la textura de mi cuerpo. Cuando cayó de mi, el movimiento quemó mi piel como una cuerda y esa sombra que había cargado sobre el rojo, desapareció. Nunca me sentí tan vulnerable.
Por un momento el aire desapareció, mis pulmones se contrajeron y yo quedé sin más remedio que aceptar que te necesito.

20 de abril de 2010


En la desesperanza que intentar crear algo maravilloso, encontré que sólo tenía para dar lo que soy. En la búsqueda de un personaje inteligente que hiciera a los lectores cambiar de página sin notarlo, sólo pude proponer en él lo mejor de mi. Y al no poder hacer que funcionara, al desplegar mis dudas, miedos, alegrías y risas en una misma persona, por más falsa e inventada que ésta fuera, me di cuenta que ni siquiera en mi funcionaban. Que todas las razones que tenía para ser lo que soy se han ido yendo de mis dedos, que las explicaciones para mis días y los motivos para seguir se han disuelto en el aire. Admito que nunca más podré escribir sin pensar veinticinco veces en las reglas gramaticales, en lo plano de los personajes, en la simbología de su contexto. Que no puedo dejarlos vivir en ningún lugar fuera de mi mente. Me doy por vencida, tiro la toalla, aquí va el último esbozo de la tinta que no manchará más mis dedos. Me rehúso a seguir, a pelear cada día la batalla que sin armas, estoy destinada a perder.

19 de febrero 2012


Debo decirte que algo murió en mi el día que nos separamos. Sí, es verdad, lo nuestro no tenía futuro, algunos días ni siquiera tenía presente; nos reímos tanto que acabamos odiando el sonido de nuestra risa. Deshebramos cada retazo de esperanza que teníamos para nosotros, pero nosotros era en lo único que yo creía. Ese día suspiré y no dejé de hacerlo durante días. Cada vez que pienso en ti vuelve a caer el aire, pesado, repentino, lento. El mundo se acabó en un suspiro.
Después, el mundo se acabó de verdad; tuvimos que apagarla. La tierra se movía por máquinas y sin recursos naturales no había cómo resucitarla más. Quemamos árboles para producir electricidad pero el humo marchitó todas las plantas. Trasladamos agua del mar a contenedores gigantes con aspas, pero el calor era tanto que el vapor nunca se convirtió en nubes.

¿Te acuerdas de ese día? Caminamos de vuelta a tu casa, después de tomarnos una infusión de fresa helada. Hacía calor. La banqueta era demasiado pequeña para los dos; yo iba arriba y tú me tomabas de la mano unos centímetros abajo desde la calle. No sé bien cómo llegamos al tema, tal vez por esa película que se estrenaba, la de los suicidas. No sé. Hablamos del fin del mundo. De cómo pensábamos que sería; tú decías que el cielo se pondría rojo, yo decía que el oxígeno se acabaría y que de seguro no me daría cuenta hasta que todos estuvieran tirados a mi alrededor. Prometimos guardar un radio de emergencia, en tu casa y en la mía, así me avisarías en cuanto todo dejara de funcionar y yo podría sentarme a esperar que la muerte llegara.
Han pasado algunos meses.
No sé en dónde estás.
Hace unos días, sacando unas cajas, encontré el radio y recargué la batería. Lo puse a un lado de mi cama, por si acaso. Pero no es que me preocupe mucho, todo se acaba. Lo sé. Este planeta se acaba. Está quedándose dormido justo ahora.

Se decidió ayer por la mañana. En uno que otro canal se programó un reloj que va hacia atrás y un loop de videos con toque TVReligión: las cascadas, las montañas, lo verde del pasto y rojos cayendo de los árboles en otoño. El mar. Para que lo recordemos como era y no como es hoy. Hoy no me atrevo a sacar la cabeza por la ventana y mirar. Pagué esta ventana con papeleos, archivos, horas extra y ahora el agua se ha secado, sólo hay sal. Era inevitable.