Sunday, November 14, 2010

Si bien encontrar personas amarillas es un experiencia que no se compara con otras; por la fragilidad con la que se tejen los momentos y las palabras, la forma en que se van quedando grabadas sin tener un por qué aparente que después tendrá, sin duda, un significado mucho más profundo, su desaparición me deja exahusta. Me gusta acordarme de esas personas y, más que eso, me es casi imposible olvidarlas. Dejarlas en el aire como reflejos propios que por un momento tomaron vida para comentarme algo que tenía que saber.
 Cuando de alguna manera se ha decidido vivir de los momentos y no de la creación de líneas o hilos conductores entre ellos, se da por entendido que los momentos terminarán. Aceptamos que no nos importa, declaramos que lo entendemos. Nos lavamos las manos del mañana para vivir hoy.
Pero son noches como la de hoy, cuando la esperanza de algo—abstracto, jamás definible, llega a invadir el centro del torax sin dejar huecos, que llega también el agua. Hay un espacio en el pecho que cada vez se acostumbra más de quedarse vacío, que sabe que cada que se lllene de algo, por más esporádico o estable que parezca, tendrá que, más tarde, desocuparse. Es una marea que sube y baja como la Luna se esconde y aparece; predecible, brillante y al parecer, irrelevante. 
Es en noches como la de hoy que escuchar canciones de cuerdas metálicas y voces graves dan pie a escritos sin sentido, a lágrimas infantiles y escalofríos. Al deseo de no dormir. A perderse en pensamientos que por más que se intente, no tendrán forma ni sentido horas después. A nostalgias que se esconden en palabras extranjeras porque en ellas mismas, están gastadas y no dicen más nada. Tenho saudades.
Esta melancolía emergente es una vieja amiga con soundtrack y stills incluídos, letras que recuerdan a momentos pasados, a vidas lejanas. A estacionamientos, discos y conversaciones.
Dentro de la búsqueda, de la pregunta al cuándo regresas, tengo respuestas en textos sin sentido, en escritos de hace años que no me atrevo a leer más. Mi esperanza en las letras está terminada. He dado por vencido mi primer amor, el que más quise, el que pensé que siempre estaría conmigo. Lo he remplazado con gráficos, con estilos y formas que importan más que los fondos. Me he despegado de la ciencia que me daba permiso de hablar sin sentidos. De las teorías. Ya no hay en mi mundo cercano quién las entienda y mucho menos quién las cree. Tengo ahora, en su lugar, un eterno miedo del que no puedo despegarme ni decifrar. Un fantasma que cargo dentro, una sombra que se me ha pegado al esqueleto. Una locura que no termina porque nunca llega; se esconde en ideas sueltas, en inicios sin más, en placas, telas, colores, líneas. Todo se conecta. Es el caos de la conexión que no me deja.
Me permito ahora, sin más, escuchar esas mismas letras, darle sintaxis a palabras y párrafos que al ojo desconocido guardan la misma relación que la Luna y la miel.
Y repito, desde mi lugar en el Sol, may god's love be with you, always.

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