Monday, May 12, 2014

Reflexiones de un corazón raro


23 de enero 2014

Tal vez si escribo los recuerdos, si los dejo aquí, entonces no me seguirán. No tendré que cargarlos con la esperanza de no olvidarlos. Los grandes eventos, las acciones para impresionar; eso es sencillo recordarlo. Lo que me da miedo olvidar es la cotidianidad. Bailar en tu cuarto escuchando Beirut; moverte el pelo de lugar cuando hablábamos abrazados; escuchar la lluvia desde la almohada; calificar exámenes y la mirada y la sonrisa de complicidad que me dabas, esa mirada que decía: estás aquí; estamos aquí. Imagino que no se puede avanzar sin dejar atrás la cotidianidad. Se pueden guardar los grandes actos que parecen de pronto impersonales pero esos pequeños, ese todos los días: si guardáramos esas memorias, si las recordáramos constantemente como se hace cuando se ama, no soportaríamos el peso. Cuando amamos, lo pequeño, lo obvio, lo discreto; es el combustible del amor. Y para dejar de amar entonces sí, hay que hacer una fogata con todas estas páginas: quemarlo todo y calentarse mientras el fuego arde, dejar que se extinga, sin importar lo que tarde; echar agua a las flamas solo hace que las hojas tarden más en descomponerse. Hay que dejar que todo se vuelva ceniza y cuando todo sea polvo, hay que dejar el que viento se lo lleve en un torbellino negro. Solo entonces se puede seguir adelante.

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