Sunday, February 16, 2014


Tal vez fue tan sencilla la vida que vi para nosotros, que no valió su peso en riesgos y acciones. Lo digo porque no tiene nada de sencillo buscar la vida que uno quiere vivir, ni compartirla con alguien que quiera a su vez compartirla con uno.

Yo no soy más que una clementina que de pronto se siente conejo y a veces, muy de vez en cuando, sabe que es un oso. Tal vez soy un oso del tamaño de un conejo blanco, al que le gusta comer clementinas. O una de las estrellas verdes que brillan en el pasillo de tu casa cuando las luces se apagan y no hay nadie. Por lo menos nadie que tenga los ojos abiertos para verlas brillar. Ese pasillo que se convirtió en universo, que nos alojó tantas veces mientras esperábamos el elevador y sirvió de cuarto oscuro para revelar besos, te quieros, te amos. Pude no haber caminado por la cocina o la sala o el balcón, pero en cada visita estuve en ese pasillo por lo menos dos veces.

Ahora me siento encerrada en ese pasillo, con la luz de las estrellas a punto de apagarse. Espero, porque eso se hace en los pasillos. No espero porque quiera; no tengo las llaves de tu casa y el edificio se quedó sin luz, el elevador no abre y las escaleras me asustan. No se espera porque se quiere; se espera porque algunas veces no hay otra opción. Y en la espera he hecho un recuento de estrellas. Me ven. Me preguntan si soy Flor. Si volverás por mi cuando tu búsqueda por respuestas se haya terminado y el viaje por los planetas te haya agotado.

Quiero decirles que no. Quiero decirles que sí. Quiero decirles que un día lo sabremos. Que si vuelves cuando la luz haya regresado y preguntas por mi, te digan que esperé. 

*Foto de Tumblr

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