Tuesday, January 21, 2014


Esa mala costumbre de quitarme las pestañas a todas horas. De dejarlas regadas por libros y escritorios y sábanas blancas. Nunca lloré al ver que se cerraban las puertas del tren. Está prohibido besarse en los andenes de París. Y en los callejones de Guanajuato. Y en la mesa a la hora de comer. Y escribirte a cualquier hora no más porque sí. Se acabaron los días con sabor paleta de limón, quedan sólo tazas de café cargado y leche.
Yo también quiero tomar tragos largos de vasos cortos. Despertar a las 12 del día entre trinos y fuentes. No tener que llorar para tener los ojos verdes.
Yo también odio decir adiós; hasta mañana; buenas noches. Hay que tirar la razón por la ventana y sacar los nervios del cuerpo para que les dé el aire. Tal vez así se dejen de adormilamientos y funcionen como deben. Dejar el corazón en cada visita, siempre, para no cargarlo de vuelta, pesado con melancolía. Dejar el olor para irme sin saber a qué huelo. Dejar el aire de los pulmones y regresar vacía, con la ventana abierta para llenarme de nuevo.
¿Por qué regreso?  

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