Saturday, August 6, 2011

Fiebre

Es ese momento en que las sábanas empiezan a rozarte la piel; no importa lo liviano de la tela, parece que hay una capa de cemento a punto de secarse sobre ti. La maravilla de los colores que pasan por tus ojos no se igualan a nada más, aún así tienes que cerrarlos y conformarte con los relámpagos technicolor que estallan en el interior de los párpados. Alucinar sin necesidad de regresar a la realidad. Esta fiebre que ataca y no deja hasta pasado mañana sin que entiendas cuándo es que el frío cambió de gama en el termómetro y por qué hace tanto calor si las cobijas se quedaron debajo de la cama cuando intentaste sin resultado quitarte las orejas, rojas, entomatadas. Y las espinas que se te clavan en los brazos y la espalda y duele. ¿Verdad que duele? El cuello apenas torciéndose y los músculos hechos pedazos, tensándose terriblemente. La paranoia, diría Millás. Aprovéchalo, diría Millás. Es esta fiebre, que ni siquiera es de la buena.

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