Sunday, July 17, 2011

Otto Zutz

La entrada está llena de gente, un poco de fila para poder llegar a la cadena y saber que hay que pagar. No digas nada, haz que vienes conmigo, haz que me conoces sólo para pasar.

Hay que pedir algo fuerte, se acabó el dinero y la noche apenas comienza. ¿por qué estás aquí? Podrías haberte ahorrado el cover y tomar de más en algún otro lugar. Barra de neón y dos chicas dentro, una de amarillo y curvas, la otra de pelo oscuro. Están cansadas, todos quieren pedir tragos junto a la puerta. Entregas el papel rojo, miradas y señas, abres la boca de más para compensar que nadie te escucha, estiras la mano, botella en una y vaso helado en otra. Se derrama. No lo notas. Miras alrededor y nada se ve como es; es una escena de película pero no te acuerdas cual.

Hay siluetas y luces que rebotan. Y humo. Humo que brilla como si fuera un cuarto blanco. La garganta te dice que no pero tú dices que sí y finalmente hay espacio en el vaso para dejar la botella. La música la olvidaste, hay mucha gente y nadie se mete contigo. Hay que moverse, hay que dejarse ir. Hay que soportar el peso que el alcohol aumentó a la piel. No hay mejor lugar para entender que estás solo y que no hay nadie más.

Cierra los ojos, levanta los brazos, abre las manos pero recuerda la bebida. Eres una caricatura de los estados del borracho. ¿En qué viñeta estás? ¿qué tan cerca está el vaso de tu pecho? Muévete y piérdelos a todos. Sin querer. Sin soltarlos. Ellos también se irán.

Haz contacto, ve al chico frente a ti, el de camisa azul que no deja de mirar. Su cara se mueve, el foco de los ojos cambió de automático a manual y no lo puedes ajustar. Desaparece. Aparece detrás. Hay que bailar. Hay que pretender que sabes bailar. Va al frente, te hace girar y está bien que en el regreso te salude en los labios. Y que vaya rápido. Y que no diga que le importa. No tiene nombre y no existe más allá del tatuaje inexplicable en la espalda. Hay dos segundos de nostalgia cuando se va. Hay que volver al circo y hay payasos por todas partes.

Reconoces una cara pegada a otra, un par de ojos pequeños y pelo amarillo. Los demás no están más. Aún tienes un vaso en la mano derecha que no se ha ido. No sabes si debes pero hay más miradas para encontrar y por una noche, no importa. Tus pies ya están lejos del suelo, lo único que te mantiene sin despegar es la gravedad del bolso que cuelga en tu costado izquierdo. Te olvidaste ya del botón roto del abrigo que guardabas en el bolsillo.

No hay más letras. Ni música. Lo que queda se te cuela en los oídos como ríos de luz sacados de una animación de coca-cola. Ojos negros frente a ti. Piel gruesa. Espacio vacío si Kandinsky tuviera opinión. Pero no la tiene, porque el expresionismo es lo último en tu mente, detrás de qué hago y da igual. Él tiene manos, no sólo labios y ojos. Es un cuerpo completo que por alguna razón no deja de moverse junto al tuyo. Sabes que tienes puesto el saco porque no recuerdas pelear con las mangas para volverlo a poner. Porque te tomó por sorpresa que su mano llegará a tu pecho, escondida, entre las capas de tela.

No tienes reloj ni la capacidad para leer la hora. El resto están envueltos en el humo y tú estás en un carrusel que después de tres vueltas a la vez, se detiene para pagar de peaje un beso. Y se hace el suave y tú le aseguras que no pasará de esto. Aún así tu mano se pasea hasta llegar a su bolsillo, la yuxtaposición de mezclilla y la piel que imaginas debajo crean una marca a la que tu mano no duda en regresar. Dice algo y aseguras que no entiendes, buscas una cara familiar y el mundo real regresa de pronto para decirte que todos se han ido. Pregunta si puedes volver a casa, insistes que sí.

Sales junto al chico que saluda al cadenero y te sientes tonta cuando el aire frío se filtra en tus poros. Sacas la libreta y mientras escribes un número escuchas a tu cerebro diciéndote que nunca llamarás. Porque hay países que ni en esta ciudad se mezclan, porque recuerdas un diálogo de Garden State y prefieres dejarlo escondido en tus neuronas. Se va, te llevaría al metro pero sus amigos se van ¿segura que sabes regresar? una despedida más y adiós. ¿Cuándo perdiste el vaso?

No comments:

Post a Comment