Monday, July 11, 2011

En una de esas noches en que lo único que consuela es ponerse los audífonos, subir el volumen lo más alto que aguante el oído y meterse entre las cobijas desnudo. Abrir la ventana y dejar la cortina sólo para tener un visual de cómo se mueve el aire que entra a la habitación, frío, helando la piel. Y poner el repeat. Y dejar una misma canción tantas veces que la letra se confunda en una sola oración larga larga. Que si estuviera escrita, y lo está en la mente, cada símbolo esté hecho con un pedazo de hilo que se trenza, poco a poco, con el siguiente. La cuerda que es la canción que cuando llega el punto se enrolla en carretes imaginarios para guardar en el estante de ese cuarto al que no vuelvo ya tanto. A ese lugar con ventanas altas y libreros atascados de memorias dactilares y la rueca esperando, ahí, puesta en medio de todo ese mundo de historias y pensamientos que poca gente recuerda más. Y dime, ¿importa? Que todo eso se quede ahí llenándose de polvo, haciéndose viejo para que un viejo lo lea cuando quiera verlo. Estoy guardándonos el mundo por si un día lo quieres ver. Por si un día lo quieres contar. O yo. O los amigos, aunque sean los imaginarios. Me hace falta quedar encerrada entre las fibras de la historia. Me sigue dando miedo ser olvidada, morirme mañana, tener fiebre y delirarte. Tener hormigas y convertirme en su alimento, aunque me hayan comido ya unas cuantas partes del cuerpo. Los brazos por ejemplo. Y soñarte. Seas quien seas. Me vuelve una cosa fría pensar que cerraré los ojos y ahí estarás, sin que yo pueda evitarlo. Me parece una grosería que te creas lo suficiente para caminar por mi mente como si nada. Da igual, ya te irás. Poco a poco esta cuerda se está enrollando en mi; ya me sujetó la cabeza a la almohada, me juntó las piernas y quema la piel medio muerta de las manos. Se apodera de mi control y no me deja respirar. De nuevo fallará mi intención de saludar al Sol. Va, presiono una última vez el botón y te espero en la fregada.

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