Thursday, July 15, 2010

Paredes blancas

De pequeña nunca me dejaron pintar en las paredes; yo las veía blancas y brillantes y sólo podía preguntarme cómo se verían llenas de colores. Imaginaba conejos saltando en el pasto y mariposas que volaban de flor en flor. Y de pronto el aire se llenaba de figuras y formas, tantas que no podía poner atención al mundo real; los cuernos de los unicornios brillaban más que la estrellas de gel fluorescente y las plumas desprendidas de los pájaros inundaban el piso. Entonces yo me subía a la silla y, como si fuera a caer en un colchón de flores que me sostendrían en contra de las leyes de la gravedad y el peso, brincaba.
Nunca me dejaron pintar las paredes, creo que mis padres tenían miedo que me perdiera en el universo de los colores y las cosas hechizas. Lo que no saben es que cuando se iban a dormir, yo cerraba la puerta hacia adentro del cuarto, medía la distancia entre los vértices de su sombra y dibujaba dentro. Y entonces me perdía igual, detrás de la puerta.

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