Lo anunciaron en los noticieros de las siete, pero sólo algunos lo creyeron. La idea de un ataque de este tipo era impensable; el mundo acabaría en hielo o fuego, no de ésta manera. Cuando quisieron controlarla ya era demasiado tarde.
Se acercó como sombra a las mirillas de las puertas, se coló por las rendijas de las ventanas. Llenó de miedo los oídos y de tristeza los ojos. El aire cambió de color y de pronto los pulmones se volvieron amarillo mostaza. La mente se contaminó después; los niños lloraron al ver las lágrimas de los adultos, los ancianos se arrancaron la piel de la cara al sentir que los músculos se encogían. Mientras buscaban hormigas, algunos rascaron sus brazos con tanta fuerza que cavaron canales.
Todo por la invasión de las imágenes de antaño, por el recuerdo de los sueños decapitados. Lo último en caer fue el corazón; el caos revolvió el ritmo de sus latidos y lo dejó desorientado. Sin saber si debía ir lento o rápido la adrenalina lo llenó de estímulos y los ventrículos se desmoronaron, las venas explotaron y el oxígeno fue bombeado al revés. Los que quedaron sintonizaron las noticias de las nueve.
No comments:
Post a Comment