Hay mañanas rojas, de ojos inchados y ojeras profundas.
Con miradas de no sé qué hacer,
abrazos de perdóname.
Caricias de no puedo más,
palabras que esconden un no entiendo.
Las pestañas se caen secas,
otoños prematuros con sabor a sal.
Y donde había primavera,
una ventana cerrada, la cortina corrida.
Sin luz.
No hay verdes.
No hay tampoco caminos amarillos.
Volver a Kansas y saber que,
de no haber terminado con la bruja del Este
habríamos sido amigas;
las dos podridas.
Al final, tenía buen gusto en zapatos.
Thursday, January 26, 2012
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