Entre terciopelos y espinas, memorias infinitas. Tengo dedos traviesos y curiosos, se han acercado a la plancha para conocer el calor, ya se han enfriado en el congelador. Han aprendido notas y arpegios, huelen al metal de las cuerdas y a los bailes que han bailado en ellas. Tienen grabadas las letras del teclado, se mueven presionándolas sin que los ojos las vean. Saben a qué sabe el azahar cuando se deshace con las yemas. Conocen el camino para llegar al apagador de la luz en la oscuridad y están acostumbrados a llevarme por la casa tocando la pared.
En la punta de mis dedos hay manchas de algodón de azúcar y quemaduras de aceite, rastros de sangre seca y los espirales únicos que dicen quién soy. Todo esto sin contar el lector que llevan dentro, un GPS que se ha guardado las rutas de tu cuerpo, la suavidad de tu pelo, las comisuras de tus labios. Han pasado sobre cicatrices y han dejado huellas marcadas en cada cristal que se les ha atravesado. Han hecho pinturas de colores y cuando se ensucian, las repiten en cualquier lado. Se han pinchado, han secado lagrimas, han descubierto materiales y han dado toques. Son conductores de electricidad las pobres. Tienen guardado el invierno y están acostumbradas a ser frías.
Más que nada, tienen grabadas sentimientos; son las responsables de dejar entrar emociones físicas en mi cuerpo. Están llenas de nostalgias y hubieras, tienen ansiedad dentro de ellas. Si las tocas, te aseguro que las llevas al abismo contigo.
Saturday, July 16, 2011
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment