¡España entera, se va de borrachera! Gritaban los chicos envueltos en banderas bicolores y leones naranjas. Las cornetas marcando himnos de alegría sin sentido acompañando a los tambores y al ruido de los autos. Después de casi hora y media, España ganó el mundial contra Holanda en un partido que nos tuvo a todos los interesados el borde del asiento. Llegaron los abrazos, la lluvia de cerveza y las calles se llenaron de gente celebrando; un botellón masivo en pleno centro de cualquier ciudad y pueblo. Los ancianos caminaban con una mezcla de miedo y euforia; todos sentían la misma emoción, desde los niños que ondean las banderas en sus carreolas a las chicas con cara y piernas marcadas con los nombres de los jugadores.
Cientos de telas abanicaron el aire y el Yo soy español, español, español, se escuchó en decenas de gargantas, el sentir del caos parecía mayor que el sentimiento de haber ganado. En medio del desorden tuve que recordar, varias veces, por qué todos gritaban. Si bien yo no soy española y no fue mi victoria, la compartí porque México y España son, de cierta forma, lo mismo. No sólo eso; la celebré porque la victoria es para todos nosotros mucho más que un gol.
La victoria de un evento como la Copa del Mundo, se ha convertido en ese punto cada cuatro años en que los países participantes tienen la oportunidad de demostrarle, al resto del mundo, que es posible ganar. Para países como el mío, ganar una Copa es un sueño al que el equipo se acerca siempre un poco, pero al que no llega nunca. Es ahí donde la equidad de los países con problemas se encuentra; llevarse la Copa es dar ese paso del Sí se puede, al Sí se pudo. Es demostrarle al resto que aún hay pelea en la gente de esa región y, para los ciudadanos, para los que vemos el partido gritando de pie en el rincón de un bar, que aún hay esperanza. Que todo es posible. No se celebran los goles; el regocije está en sentimiento de grandeza, de que no importan el desempleo ni las calles con baches porque, por lo los siguientes cuatro años, serán en los ojos de todos, los ganadores.
En medio de la calle, en el furor de los autos, la batucada y la gente, una mujer con aproximadamente siete meses de embarazo va con la playera en las costillas y la piel pintada de rojo y amarillo. Desde un coche gritan que ahí van los siguientes futbolistas. Ella contesta que serán dos. Ellos dicen, a punto de lágrimas y emoción, Casillas y Puyol.
Tuesday, July 13, 2010
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