Wednesday, February 19, 2014

A veces pierdo mi cara y la encuentro en una fotografía de hace meses con la blusa azulverde y la sonrisa que debió ser completa y explosiva pero es solo una sonrisa a medias sin enseñar los dientes pero enseñando las patas de gallo alrededor de los ojos chechos que brillan. Sí, brillan. Brillan o es el reflejo de la luz en el agua de las cuencas que entonces eran verdes no por la blusa sino por la compañía y el día y la alegría maravillosa que sentía.
A veces olvido mi cara y la encuentro en un rincón lleno de recuerdos donde se le veía feliz y adorada y efímera y eterna al mismo tiempo y no sé cómo ni cuándo ni por qué ya no es, aun si los demás no lo notan o lo notan pero no lo dicen, yo lo sé. 
Lo sé porque ya antes he olvidado mi cara y la encontré en el espejo que me veía de frente cundo era niña y me peinaba mi mamá jalando el cabello tan fuerte hacia atrás que los ojos se me hacían chinitos como los tuyos pero más. 
La encontré en el espejo cuando guardaba el azuloscurocasinegro de esa noche con la cara llena de heridas dulces después de haber pasado el momento entregando recuerdos en los labios que no eran rojos, me acuerdo, eran carmesí. 
Tantas veces la he encontrado como submarino llena de agua después y durante y antes de la tormeta y de algunos huracanes que no pude resistir sin hundirme aunque me agarrara con ganas del lavamanos en el baño de arriba donde nadie escucha nada y nadie se entera. 
A veces la veo desde lejos como si la viera por los ojos de otros y luego me despierto y sé  que esa es solo una construcción de mi misma y no los ojos de los otros que me miran desde lejos y aún sabiéndolo la encuentro y la tomo para no olvidarla de nuevo, para no perdela de nuevo, aun si cada desencuentro lleve a encontrarla, fascinada por ver que todavía existe, que aunque se pierde de cuando en cuando todavía vive.

Monday, February 17, 2014

El eterno retorno


Hablo de la canciones que producen adicción.
No sé cómo llegan a mi pero lo hacen. No puedo evitarlo, es algo entre las teclas, las cuerdas, las voces; algo entre la música y los contrapesos sonoros y emocionales. Hay una delicada elegancia en ellas. Sigo siendo esa persona que aparta ciertas piezas para escuchar en la oscuridad, aunque no lo haga. 

Me atormentan, de pronto. Tal vez por eso lo hago, por continuar el enlace que cada vez se pierde más. Dicen que dos personas que se besan se unen en un nivel energético. Que dos personas que se amaron no dejan nunca de estar conectadas. 

Entrar en ese trance es tomar una línea directa al tren del universo. De la energía que mueve todo. Ser parte de una ráfaga de sentido y realidad a la que no muchos tienen acceso. Mejor dicho, a la que no muchos buscan entrar. Fue escribir en la libreta roja, al final, porque parecía una puerta directa cuando en realidad era una puerta al abismo.

Quiero entender cada vez más por qué buscamos tanto. Veo a tantos que no hacen preguntas, que no se interesan en darle sentido a los días. Sus vidas son repeticiones. Un eterno retorno con cada despertar. Queremos huir de eso. Depegar los pies de la tierra pero seguir viviendo en ella. O dejar de vivir en ella, pero tener los pies firmes. Soy más de esas, de las que levantan el polvo pero no se ven pasar. 

Y hay diálogos que van a estar siempre repitiéndose. 

"Te he venido suponiendo en todos los días que me faltan." "Say something, I'm giving up on you." "Because reason said I should have died three years ago." "Pa' cuando tú volvieras, pensé cantarte coplas viejas." "Que el amor es simple y las cosas simples las devora el tiempo." "We are the reckless, we are the wild youth."

La lista es larga y algunos no tienen palabras para escribir y aun así, hablan. Me acostumbro más a esta realidad, hago las paces con ella; me acuesto en las brasas y solo duele el calor cuando me muevo. Igual que el ácido en elestomago  cuando hablaba de Colombia con mi madre. 

Y me aprovecho y lo tomo como excusa para dejar a mi nombre una palabrería sin sentido.  Lo  único que dejaré a mi nombre es una caja llena de palabras. Cuando sea grande quiero poder hilar palabras con una sutil elegancia: palabras adictivas.

Evolucionar no es más que reasignar significados y sentidos. Así de sencillo. 
Pero qué difícil es, carajo. 

Sunday, February 16, 2014

De repente, un día, ya pasaron 40 años y un mes.

Tal vez fue tan sencilla la vida que vi para nosotros, que no valió su peso en riesgos y acciones. Lo digo porque no tiene nada de sencillo buscar la vida que uno quiere vivir, ni compartirla con alguien que quiera a su vez compartirla con uno.

Yo no soy más que una clementina que de pronto se siente conejo y a veces, muy de vez en cuando, sabe que es un oso. Tal vez soy un oso del tamaño de un conejo blanco, al que le gusta comer clementinas. O una de las estrellas verdes que brillan en el pasillo de tu casa cuando las luces se apagan y no hay nadie. Por lo menos nadie que tenga los ojos abiertos para verlas brillar. Ese pasillo que se convirtió en universo, que nos alojó tantas veces mientras esperábamos el elevador y sirvió de cuarto oscuro para revelar besos, te quieros, te amos. Pude no haber caminado por la cocina o la sala o el balcón, pero en cada visita estuve en ese pasillo por lo menos dos veces.

Ahora me siento encerrada en ese pasillo, con la luz de las estrellas a punto de apagarse. Espero, porque eso se hace en los pasillos. No espero porque quiera; no tengo las llaves de tu casa y el edificio se quedó sin luz, el elevador no abre y las escaleras me asustan. No se espera porque se quiere; se espera porque algunas veces no hay otra opción. Y en la espera he hecho un recuento de estrellas. Me ven. Me preguntan si soy Flor. Si volverás por mi cuando tu búsqueda por respuestas se haya terminado y el viaje por los planetas te haya agotado.

Quiero decirles que no. Quiero decirles que sí. Quiero decirles que un día lo sabremos. Que si vuelves cuando la luz haya regresado y preguntas por mi, te digan que esperé. 

*Foto de Tumblr

Saturday, February 8, 2014

La lavadora no tiene ventana. No se puede ver la ropa dando vueltas de un lado a otro. Los colores mezclándose entre la espuma.
No necesito la lavadora para ver colores. Me pintaste de amarillo ¿te lo dije?
"Todo el tiempo veo cosas en el aire mientras usted habla."

La primera vez que entré en un lavacoches descubrí que era como ir a Disney. Una atracción, un juego de colores, agua, espuma. Reí como si fuera una loca. Como si fuera una niña.
Lo acabo de recordar y hubiera querido compartirlo. Habernos llevado al lavacoches para reír como niños. Pero no era necesaria tanta máquina para hacerlo. Porque si algo hicimos fue reír y amar como niños.

Amar hasta crecer.
Amar hasta explotar.

Friday, February 7, 2014

Todas las cartas de amor las escribiré en cuadernos hechos con papel de semillas. Pondré ahí todas las palabras que no he dejado de escribirte, las que ven los demás y las que guardan mi locura. Esos son los monólogos internos, escritos en diarios y servilletas. Escritos a veces en el aire, atrapados en la paredes curvas del coche que guarda todo lo que ve y oye como si fuera el tesoro de un rey. ¿No son nuestras palabras íntimas un tesoro? Los momentos del día en los que no queda más que ser sincero y admitir para uno mismo que hay cosas que pesan demasiado y que llevamos cargando mucho tiempo. Que no es sorpresa que estemos tan cansados.

Voy a escribirlo todo en ese cuaderno hecho con semillas de plantas. Tal vez uno del que nazcan fresas, otro ácido del que se den los limones. Alguno tendrá semillas de un árbol grande, que de hojas y sombra. Hojas que dan hojas es como hijas dan hijas; lo que se espera.

Voy a escribirlo todo en un cuaderno de hojas hechas con semillas para poder sembrarlo y regarlo y esperar a que de mis palabras nazca algo hermoso.